El viaje y su valor (que no está en lo material)…
Eugenia Arria
Humanista e investigadora
Para comenzar esta pequeña reflexión me gustaría que pensaran una posible respuesta a cada una de las siguientes preguntas: ¿Por qué viajamos? ¿Acaso nos da algún beneficio material o tangible? ¿Qué es lo que hace que viajar sea tan valioso para muchos? ¿Qué es lo que le da su valor y cuál es, en efecto, éste? Todos podemos dar múltiples respuestas, pero estoy segura de que, en una palabra, la esencia de todas ellas se resume en ‘experiencia’. El valor del viaje no está ni en el precio de los pasajes de avión o del hotel ni en la cantidad de dinero que nos llevamos (pues esto varía dependiendo de cada quien), sino que reside en lo que nos permite vivir como tal. Viajar nos da eso tan valioso y bello que se queda para siempre: momentos vividos.
Los “momentos vividos”, es verdad, los podemos tener en cualquier lugar y momento, pero lo particular del viaje es que nos obliga a abrir bien los ojos ante el contraste, ante lo diferente. Nos educa en el observar y, a través de él, en el comprender. Ese vivir en ese tiempo concreto se convierte en uno que parte del extrañamiento para luego dar con la conciliación. El valor de viajar, pues, al basarse en momentos, no es material sino, sobre todo, vital y subjetivo. Puede traernos gastos, sí, pero ellos se convierten en una inversión honesta y gentil para nuestra subjetividad, para nuestra visión de mundo, justo después de que pinchamos click en la reserva de los pasajes al destino que aguarda.
Nadie te puede quitar las memorias que has formado en tus viajes cortos o largos. Ese viaje a la casita del campo de tus abuelos, esa primera vez en avión o en barco, ese baile autóctono del país lejano, esas sonrisas que te hicieron sentir en casa a pesar de que no hablaran tu mismo idioma, esos sabores que te hicieron comprender mejor una cultura, van a estar siempre en ti. Te pertenecen a ti y nadie más. No pueden robártelas ni borrártelas: forman parte de tu experiencia vital o, mejor dicho, la enriquecen. Son tus memorias compuestas de aprendizaje y descubrimiento: sí, sí, descubrimos cuando viajamos, tanto al mundo exterior como nuestro interior. Descubrimientos preciados, guardados en la eternidad.
Por eso, recomiendo (siempre) a toda persona viajar mientras le sea posible e, incluso, viajar aún más si eso puede. Ir a esa ciudad que le queda a 2 horas en carro a la que siempre ha querido ir pero siempre cree que ya habrá tiempo para visitarla después… Ir a ese país exótico que le llama la atención desde la infancia... Ir a todas partes, venir a todas partes. Los lugares siempre nos están esperando. Los lugares se vuelven especiales con cada visita, con cada mirada, con cada vivencia. Eso es lo que les da valor a ellos y al hecho de viajar como tal: la experiencia humana y la experiencia del intercambio humano. Ahora piénsalo, ¿qué valor le das tú al viaje?