Vivir como estudiante internacional: una entrevista a Eman Udaya
Eugenia Arria
Conocí a Eman un día muy lluvioso de septiembre del año 2014. Era mi primera vez en Noruega y, también, mi primera vez en un clima tan frío y arduo. Nunca, no obstante, había respirado un aire tan llano, puro y como si estuviera compuesto de cristal (y brillara). Mi cuerpo se sentía diferente y mis emociones también. El mismo aire ya me había cambiado y no podía echar para atrás.
El día que conocí a Eman fui al supermercado a comprar lo necesario para lo que sería mi morada por un semestre. No entendía todavía muy bien los horarios, ni las paradas correctas, ni nada. Todo estaba en noruego y los autobuses ni siquiera te avisaban cuándo ni cuáles eran las paradas: se daba por supuesto que quien tomaba el bus, sabía a dónde iba. Y para mí, siendo honesta, todas las calles me parecían iguales los primeros días. Aun así, me entregué a la posibilidad de reconocer la parada cuando estuviera dentro del bus y, al salir del mercado, busqué en la estación cuál de todas esas máquinas grandes con ruedas, que se movían como si fueran conducidas por fantasmas -con una ligereza y un silencio impresionantes-, era la que me llevaría a mi destino. Una vez pensé tener la certeza de cuál era, hice la fila de una decena de personas y, al tocarme de las últimas para entrar, no había sino puestos compartidos; es decir, sólo había puestos de pasillo y los de las ventanas estaban todos ocupados. Para mí esto no era un problema siempre y cuando tuviera el asiento más cercano a la puerta. Me senté en el asiento y a mi lado estaba una chica menudita, que también tenía las mismas bolsas que yo, y en su mirar por la ventana, pude ver a una persona sensible que exploraba e intentaba descifrar su nuevo entorno. Yo, sin pensarlo, le dije: “¿Hablas español?” y su reacción confusa me hizo caer en cuenta de que había sido impulsiva, de que no había procesado bien la situación antes de emitir palabra alguna. Yo, que no suelo hablarle a personas en la calle por el mero hecho de hablar y nada más, lo había hecho: ¿Qué estaba pasando? Quizás sentí en la joven desconocida una cercanía inexplicable que no dejó salir de mí una lengua diferente a la mía. Al percatarme de mi error, por demás bastante torpe, cambié el “chip” y le hablé en inglés, no sin antes pedirle mis respectivas disculpas.
De ese pequeño encuentro que podría parecer trivial pero no lo fue en lo más mínimo, aprendí sobre la cultura nepalesa, intercambié opiniones y creencias, y obtuve una genial amistad. Además, me enteré de que vivía en la misma residencia estudiantil que yo y recordé que no sabía cuál era la parada. En ese momento no sólo pensé que el universo había sido bueno conmigo en poner a mi lado a la persona que me diría dónde bajarme, sino que también haría que este ser humano ávido de compartir conocimiento, sabiduría y experiencias, fuera mi vecina. Esta es una de las razones por las cuales siempre recomiendo estudiar en el extranjero, bien sea por poco o mucho tiempo: aprendemos de nuevas personas que resultan por convertirse en grandes amistades, aprendemos mucho sobre otras culturas pero también sobre nosotros mismos, aprendemos a convivir con lo completamente distinto a nuestras costumbres, aprendemos a aprender en la propia experiencia vital cotidiana de compartir con ese mundo otro. El proceso de viaje/estudio se convierte en uno de (re)descubrimiento. Todos nos volvemos otros y es como si en nuestra otredad encontráramos una mismidad inmanente que nos permite sentirnos en paz con el mundo, al menos por unos segundos.
Sin entrar en muchos detalles sobre quién es realmente Eman Udaya (pueden intentar averiguarlo en su Instagram, @insta.em), nos bastará con saber que nació en Nepal, en un pueblo llamado Tansen, ubicado en la región occidental del país. Sin embargo, su hálito libre y curioso la llevó a mudarse a esa capital que despierta la necesidad de comprender la espiritualidad de lo cotidiano, de lo poco y lo pequeño, en miles de viajeros que van allí para encontrar respuestas: Katmandú. Eman hizo de esta ciudad su casa y vivió allí durante ocho años. En este tiempo, realizó un Máster en Antropología y, luego, trabajó como profesora a tiempo parcial en su alma mater. Al mismo tiempo, fue investigadora en una organización dedicada a los problemas de exclusión e inclusión social de los indígenas y grupos minoritarios nepaleses.
En cuanto a sus gustos, nos dice lo siguiente: “me gusta leer, escuchar música, garabatear, escribir, visitar galerías de arte, caminar en el bosque y conocer gente nueva. Estoy muy interesada en la filosofía, la espiritualidad, el arte y la naturaleza”. Dichos intereses la llevaron en el 2014 a tomar la decisión de volar a Noruega para estudiar -y quizás para encontrar respuestas otras- un Máster en Estudios Indígenas (MIS) en la Universidad de Tromsø, el cual ya culminó. A continuación, ella misma nos contará un poco sobre su experiencia internacional como estudiante en Noruega.
¿Sucedió algo en particular que despertara tu interés en estudiar en el extranjero? ¿Cuáles fueron las razones que te permitieron tomar la decisión definitiva de irte a estudiar a otro país?
Sí, estaba trabajando como investigadora en una organización no-gubernamental, apoyada financieramente por la Real Embajada de Noruega en Nepal, que se dedicaba a tratar temas relacionados con el pueblo indígena. Participé en una de las reuniones anuales que se llevan a cabo entre los miembros del comité y los delegados de la agencia benefactora, y aquí fui testigo de una presentación realmente hermosa sobre el indigenismo en Noruega y la identidad sami que hizo una de las delegadas sami presentes. Esto despertó mi interés en aprender sobre la región del ártico, el pueblo sami y la identidad indígena. Investigué sobre la vida en Noruega y el sistema educativo. Después de haber leído sobre la equidad de género en el país, su sistema educativo gratuito y su preciosa naturaleza, me sentí lo suficientemente inspirada para aplicar a la Universidad aquí. Otra razón más por la cual quise viajar al extranjero para estudiar es que quería experimentar el mundo más allá de aquello a lo que estaba acostumbrada.
Cuando llegaste a Tromsø por primera vez, ¿te costó adaptarte o fue todo fácil desde el principio? ¿Nos cuentas un poco sobre tu llegada a la ciudad de destino?
Cuando llegué a Tromsø por primera vez, no fue muy difícil adaptarme. Creo que fue así básicamente porque me tocó vivir en una residencia de estudiantes en la que había muchos nepaleses. Averigüé antes algunas cosas necesarias sobre la residencia en la que iba a vivir y me puse en contacto con una chica nepalesa que vivía allí a través de Facebook. Ella me fue de mucha ayuda y me dio la información necesaria. Eso me ayudó mucho a resolver lo que haría una vez que hubiera llegado. En cualquier caso, la única dificultad fue el idioma. A pesar de que la gente hablaba inglés, todo estaba en noruego: las señalizaciones en las calles, las tiendas, etc. Por tanto, fue un poco como un reto poder descifrar las cosas y acostumbrarme al idioma. Además de eso, el clima era muy diferente del que yo estaba acostumbrada. Hacía un verano muy caluroso en Nepal cuando salí de allí, y cuando llegué a Tromsø hacía mucho frío. El ciclo del día y la noche se me hacía muy raro. No había anochecer sino hasta las 12 de la medianoche, y esto me interrumpió mucho el sueño. Aparte de eso, realmente disfruté mi estancia aquí pues sentí mucha curiosidad hacia lo nuevo, las personas y mis alrededores. En general, mis primeras semanas en Tromsø fueron muy emocionantes.
¿Cuál sería tu mayor consejo para una persona que está pasando por el así llamado ‘shock cultural’ durante sus primeras semanas en otro país muy diferente al suyo?
Es muy importante tener la mente abierta una vez que uno/a decide salir de su propio país. Claro, siempre va a haber algo muy diferente a lo que estás acostumbrado/a y eso te va a sacudir. De todas maneras, lo mejor que uno/a puede hacer en esa situación de ‘shock’ es tomarse todo como un proceso de aprendizaje y no juzgar tales situaciones de acuerdo a nuestros propios prejuicios o hábitos anteriores. Si ves el nuevo lugar en el que estás con curiosidad, entonces todo se convierte en una lección o una experiencia de aprendizaje. 😊
En términos académicos, ¿cuál ha sido el mayor provecho que has sacado de estudiar en la Universidad de Tromsø y, en general, en Noruega?
Lo mejor de estudiar en UiT y en Noruega es que la educación es gratuita. Debes pagar una matrícula mínima cada semestre y obtienes el acceso a las clases, internet, biblioteca, impresión (con un costo casi simbólico), y servicios gratuitos de orientación. Además te da la oportunidad de conocer estudiantes que vienen de todas partes del mundo y aprender acerca de todas las diferentes culturas.
Tromsø es una ciudad preciosa, famosa por sus auroras boreales y sus paisajes de cuento. ¿Qué nos puedes decir de la ciudad como tal y de cómo es vivir/estudiar en una ciudad que pertenece al círculo polar ártico?
Lo mejor de Tromsø es la naturaleza y la cultura. La proximidad a la naturaleza hace que esta ciudad sea un placer para vivir. Siempre puedes ir a un ‘liten skogtur’, es decir, lo que los noruegos llaman un pequeño viaje al bosque. La escena musical y artística de la ciudad es vibrante. Siempre está pasando algo interesante, bien sea en una exhibición de arte, un concierto o un festival de gastronomía. Como a mí me interesa mucho el arte, la música y la cultura, siento que siempre hay algo que experimentar aquí.
El mayor reto de vivir en el círculo ártico es enfrentarse a las noches polares, cuando el sol desaparece por más de dos meses. Sin embargo, aprender sobre los mecanismos para enfrentarlas de los propios locales, como salir a la calle más a menudo cuando hay luz todavía, convertir tu casa en un ambiente acogedor gracias a las velas, y comer una dieta balanceada y rica en vitaminas; me ha resultado fructífero. Así, he aprendido a adaptarme a esto más y más con cada año que pasa.
En mis tres años y medio viviendo aquí como estudiante internacional, he tenido también la oportunidad de conocer muchas personas con ideas afines a mí. He tenido suerte de construir bellas amistades para toda la vida. Esta ciudad me ha enseñado a explorar mi existencia y la vida alrededor de mí. Dicho en otras palabras, he crecido mucho como persona tanto mental como espiritualmente. Por eso, Tromsø se ha convertido en mi casa lejos de casa.
6. ¿Recomendarías, en definitiva, la experiencia internacional a otras personas? ¿Por qué?
Sí, por supuesto. Recomiendo encarecidamente a otros que viajen lejos de casa al menos una vez en sus vidas. Como dije antes, cuando uno viaja lejos de casa, uno/a explora cosas nuevas, conoce a gente nueva y experimenta la vida de una forma novedosa. Puedes toparte con situaciones que se convierten en retos, y al encontrar una solución para esas situaciones, comprenderás tus propias fortalezas y debilidades.
Agradecemos a Eman por compartir su tiempo y sus experiencias con nosotros. Y, ustedes, queridos lectores, si quieren saber más de Eman, ver más fotos de la hermosa ciudad en la que vive y conocer más de su vida en Noruega, pueden seguirla en su Instagram: @insta.em. ¡Hasta pronto!
* Todas las fotos aquí presentadas son propiedad de su autora, Eman Udaya, y las hemos utilizado para esta entrevista con su previa autorización. Para ver estas fotos y más, pueden visitar su Instagram, @insta.em.