Museo de arte y de imaginación
Elba Álvarez
Son tantas las posibilidades de adquirir conocimientos cuando viajas a otros países distintos al tuyo, que vale la pena prepararse para la experiencia. No se tata de viajar solo para “mirar” o “pasear”, sino para ensanchar la comprehensión del mundo a través de los legados que han dejado los hombres a través de la historia. Por ejemplo, cada país tiene un museo que invita a explorarlo.
El museo abre el espectro de esas posibilidades de aprehensión de formas, de técnicas y concepciones de mundo diferentes a nuestra percepción de las cosas. Por ello, entrar en un museo de arte de ese lugar particular que visitamos es como aceptar la entrada a la intimidad de ese espacio, a su identidad, a sus huellas, a su idiosincrasia. Existen diferentes tipos de ellos: de obras de arte (pintura, escultura), de antropología, de automóviles, de cera, de antigüedades, y pare de contar. Sea la selección que se tome de esas posibilidades, nos estamos llenando de la emoción que brinda la adquisición de otras maneras de captar la humanidad.
Quizá se piensa que por la amplitud de la tecnología solo con tocar una tecla tenemos a disposición todo el contenido del museo y así no perdemos tiempo real en esa visita. Pues, te digo, que no es lo mismo. El placer de conectarse con la atmósfera, los olores, los colores y las paredes del museo, es un gusto humano inalienable.
Entrar al Museo del Prado, para ejemplificar, requiere de una actitud personal. Seguramente la primera vez le das una pasada de turista. Te marearán tantas creaciones. Pero, si te preparas para observar críticamente y con sosiego, solo algunas salas de autores que te interesen por las razones que sean, podrás disfrutar de los beneficios que nos aporta la cultura tengamos la edad que tengamos.
Una visita inicial al Museo del Prado en Madrid agobia porque queremos abarcarlo todo de una sola vez. Recorrer los pisos de los diferentes autores sin descanso, sin pausas. Luego, la experiencia te va llevando a la absoluta contemplación, a seleccionar salas específicas y enfrentarse a la historia de vida expuestas en cada creación.
Como anécdota puedo mencionar que en el Museo del Prado yo descubrí el cielo. En uno de los pisos, vi un cuadro inmenso y entre tantas figuras, me fijé en uno celestial. Danzaban ángeles querubines alrededor de una diosa. En el rostro de uno de ellos descubrí de dónde había salido parte de mi esencia. Era un cuadro del siglo XVI cuyo autor Tiziano me hizo entender que los referentes se mezclan con las realidades lejanas y cercanas. Esas son las aventuras de los viajes. Los museos son entonces, posibilidades que nos activan el pensamiento crítico.