El ‘shock cultural’ no es tan malo como piensas…

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Eugenia Arria

Humanista e investigadora

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            Si has vivido o vives en el extranjero es probable que te hayas familiarizado con el término ‘shock cultural’ o, al menos, que lo hayas escuchado varias veces, pues es ese tipo de locuciones o palabras que suelen utilizarse para dar una explicación máxima, que parece ser más amplia y abierta que una sabana, a cualquier situación que se salga de control durante la estancia en un país ajeno. Por ejemplo, te sientes triste en el país otro: eso quiero decir que estás pasando por un shock cultural; tienes un momento de desentendimiento o malentendido: es lo que pasa si estás en shock cultural; no te gustó una comida típica o alguna práctica cotidiana del país de destino: indudablemente, el shock cultural llegó, también, a tu puerta; y así con cualquier nimiedad (o no-nimiedad). En general, podemos decir que todos estos momentos podrían ser pistas para comprender que estás pasando por el mencionado shock, pero no están determinados por él. Por lo tanto, que tengas un momento de añoranza, de rabia o tristeza durante tu vida en fronteras otras, no quiere decir necesariamente que estás pasando por un choque cultural; ya que son cosas que nos pueden ocurrir en cualquier momento o lugar.

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            No obstante, sí es verdad que estas situaciones pueden agravarse al estar en un entorno completamente distinto al propio y, en muchas personas, suelen manifestarse con más intensidad en la incorporación rutinaria de una nueva vida en el extranjero. Casi como si fuera un patrón, se argumenta que las así llamadas “etapas del shock cultural” se dan espontáneamente en una cantidad razonable de individuos. Podríamos llamarlas también “etapas de adaptación”, pero pareciera que el término de ‘shock cultural’ añade una connotación relativamente negativa; es decir, apunta hacia una sensación de extrañeza (miedo, incomprensión o frustración) -que no acontece en algunos, o no cesa en otros- durante ese proceso de adaptación en el nuevo contexto cultural.

            El Centro Virtual Cervantes define el ‘choque cultural’ como el “conjunto de reacciones que puede llegar a experimentar un individuo… al entrar en contacto por primera vez con una cultura diferente de la propia, cuyo grado de conocimiento puede ser muy diverso entre individuos. Tal impacto suele tener una variable afectiva y una variable cognitiva. Desde el punto de vista afectivo, es posible que el sujeto experimente emociones como el miedo, la desconfianza, la incomodidad, la ansiedad o la inseguridad. Desde el cognitivo, puede experimentar un conflicto cognitivo entre su conocimiento del mundo por un lado y los marcos de conocimiento, los valores o las interpretaciones propias de la nueva cultura, por otro”. Como ven, se mencionan dos variables: una afectiva, que tiene que ver con los sentimientos que se experimentan; y otra cognitiva, que tiene que ver con el saber aprendido y los esquemas mentales que nos permiten conocer y saber algo. Hay, pues, un choque que sacude nuestros sentires y nuestros pensares. ¿Es esto malo o bueno? ¿Nos indica algo interesante? ¿O es meramente parte del proceso de adaptación al entorno diferente?

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            Antes de volver a estas preguntas cabe mencionar, de forma bastante breve, las etapas que suelen atribuirse al ‘shock cultural’: en primer lugar, la etapa que llaman “luna de miel”, puesto que hace referencia a las primeras impresiones positivas, y cargadas de un sentido aventurero, que tiene la persona cuando llega al país de destino: “todo es nuevo”, “todo es genial”, “todo es divertido”; en segundo lugar, la etapa del choque como tal, es decir, ese momento cuando la persona empieza a darse cuenta de esas diferencias que le incomodan o le frustran por no entenderlas, cuando las cosas se vuelven difíciles por las desemejanzas culturales o idiomáticas, cuando empieza la comparación, la añoranza al país natal, la ansiedad, el miedo, el preguntarse “¿qué hago aquí?” o cuando hay simplemente pequeños malentendidos y situaciones incómodas por razones idiosincráticas; en tercer lugar, viene el período de reconciliación y ajustamiento, que ocurre cuando la persona empieza a generar rutinas espontáneas en el nuevo entorno, ya empieza a entender mejor (y a apreciar) las diferencias, se siente más comprendido y se comunica de manera más efectiva: el nuevo lugar ya no le es tan ajeno; por último, llega la aceptación, que es ya cuando el individuo se siente cómodo en el país extranjero y ha aprendido reconocer sus diferencias culturales sin que eso suponga un conflicto emocional o mental: es la última fase, la de la convivencia.

            Visto así, pareciera que fuera como ese dolor que viene cuando te están creciendo las muelas en tu infancia o las muelas del juicio en tu juventud: es un dolor que pasa, que va a pasar, pues la muela crecerá y se adaptará a tus encías, su nuevo hogar. También podría ser que te sacaran las muelas de raíz (si son las del juicio) y así te sales del problema: máximo una inflamación incómoda pero luego eres, nuevamente, tú. Lo que quiero decir es que el ‘shock cultural’ se suele ver como algo natural que va a ocurrir en todo aquél que viaje al exterior. Puede que no ocurra igual, que las etapas varíen o se omitan, pero en cierta medida va a ocurrir.

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            Pero, ¿saben qué es lo realmente interesante del ‘shock cultural’, independientemente de lo que se le atribuya o cómo se le defina? No es el hecho de que estás cumpliendo con un proceso necesario o normal, sino que significa que eres una persona sensible, ya que una persona reacia y hermética no lo experimentaría así, no lo comprendería así. A mí, pues, me gusta pensarlo de otra forma. No me gusta pensarlo tan sólo como algo que nos derrumba por un tiempo o que llega para enseñarnos a aceptar; lo veo como una asimilación: es decir, como un aprendizaje, una comparación, una conciliación. Dicho esto, no es un choque, sino un encuentro, una apertura que nos permite barajar lo mismo y lo diferente. Esto es lo realmente interesante y lo valioso de este proceso del que tanto nos hablan.

                       El así llamado ‘shock cultural’ es, para mí, un buen síntoma: es el síntoma de la sensibilidad que está en constante proceso de configuración. Es un proceso subjetivo complejo, de reflexión y observación, de ampliación de nuestros esquemas cognitivos, de nuestras representaciones e interpretaciones, y hasta de nuestros sentires y, claro, vivencias. El experimentar la extrañeza ante lo otro es la antesala del abrazo, la toma de consciencia y el sentir mismísimo. Es lo poético, es lo que funda existir. ¿Tú qué piensas? ¿Has experimentado alguna vez un choque cultural?

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