Cinco razones para estudiar en el extranjero

Eugenia Arria

Humanista e investigadora

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                A muchos nos ha pasado que decimos “quiero estudiar aquí” cuando viajamos a un lugar que nos ha gustado mucho o, incluso, cuando hemos visto fotos e investigado sobre esa ciudad que tanto nos gusta. Todos tenemos aunque sea una ciudad que nos encanta (hayamos ido o no) y, varios, nos hemos proyectado de alguna manera en ella. Otros tantos, han realizado una búsqueda exhaustiva sobre buenas universidades en el mundo y tienen una selección de aquéllas en las que les gustaría estudiar, bien en su imaginación o en sus metas más o menos concretadas. Lo que quiero decir es que, en verdad, muchos hemos querido estudiar en el extranjero a lo largo de nuestras vidas de algún modo u otro: para estudiar un idioma, para estudiar un pregrado o un posgrado, para hacer un diplomado, un curso, etc. Algunos concretamos este deseo, algunos no. Es evidente que hay diferentes factores por los cuales algunos lo llevan a cabo mientras que otros no, pero esta cuestión no es el tema del post de hoy. Pero lo que sí es cierto, y es lo que queremos resaltar, es que muchos de nosotros hemos dicho “sería genial estudiar tal cosa en tal lugar” sin importar cuáles sean las consecuencias de este enunciado; es decir, a pesar de que no lo deseemos tanto o de que no se convierta en una meta a cumplir como tal, al menos la idea de estudiar fuera nos suele resultar interesante y llamativa.

           

            Por esta razón, hoy les traigo cinco razones por las que estudiar en el extranjero a los indecisos y a los decididos, así como a aquéllos a los que les parece “muy buena” la idea pero no han articulado exactamente por qué o no saben si, en realidad, es algo que desearían. Claramente, todos podríamos decir muchísimas más razones para embarcarnos en el próximo avión y empezar una aventura académica lejos de nuestro país, pero aquí he resumido y seleccionado las más generales y, quizás, de las más significativas. Empecemos:

 

1.      Es un nuevo comienzo. Esta razón es la más evidente pero, es probable, también la más esencial, ya que irte a estudiar a otro país significa, efectivamente, una nueva vida diferente a la que tenías en tu ciudad. Lo que implica, pues, que construirás una historia completamente distinta y nueva: tienes una página en blanco ansiosa por ser abarrotada de tus propias experiencias. Es un nuevo comienzo de tu propia historia con otros lugares, otros puntos de referencia, otros códigos, otros sonidos, otros olores… Tú decides cómo vivirla, cómo experimentarla y cómo sacarle el máximo provecho. Sin duda, requiere un proceso de madurez y/o crecimiento porque, al encontrarte en un entorno ajeno, te ves en la necesidad de realizar algunos cambios, comprender ciertas cosas, adaptarte a situaciones a las que no estabas acostumbrado, resolver problemas o pequeños malentendidos, etc. No es lo mismo vivir aquí, donde tienes todo: tus pertenencias, tus amigos, tu familia, tus hábitos; que vivir allá, donde no conoces a nadie y no sabes ni siquiera dónde queda el supermercado o cómo funciona el transporte, por ejemplo. Es un aprendizaje vital.

 

2.      Te conecta con una cultura diferente, es decir, te pone en contacto con la diferencia, con lo otro. Es una oportunidad para aprender sobre otra cultura, sobre otras costumbres, sobre otra idiosincrasia y otros imaginarios; pero también para compartir tus propias raíces. Esto es valioso en sí mismo, pues te hace ver que hay una infinitud de mundos más allá del tuyo propio que también valen. Te sumerge en el contraste y aprendes a conciliarte en y con él.

 

3.      Recibes otra educación. Por consiguiente, aprendes diferente a como hubiera sido (o como fue) en tu ciudad. Esto no quiere decir que sea mejor o peor, pero indudablemente es provechoso en tanto que se te ofrecen nuevas visiones y panoramas, los cuales puedes barajar y comparar entre lo que sabías antes, lo que sabes y lo que acabas de aprender. Además, si estudias en un país en el que no se habla español, aprendes un nuevo idioma o lo perfeccionas, lo cual es muy útil. Así pues, estudiar en otra institución educativa (sea cual sea su carácter), es un reto académico-personal que te va a ayudar a ser un mejor estudiante y/o profesional, puesto que te obliga a esforzarte más, a aprender más (o cosas nuevas) y, también, porque te hace tener una opinión más global o comparativa que, incluso, los mismos locales que estudian contigo en tu Universidad extranjera.

 

4.      Tu espectro de oportunidades se multiplica, ya que formas una red nueva y alterna de contactos: ya no sólo tienes a los de tu país natal, sino también los del país de acogida. Las posibilidades profesionales ya no sólo se determinan por un único lugar, sino por dos (o tres, o cuatro, o muchos más). Estudiar en el extranjero, por tanto, te permite descubrir otros campos de trabajo o de estudios. Te da más opciones.

 

5.      Abre perspectivas. ¿En qué sentido? En que te despliega un nuevo horizonte de comprensión. Al haber estado en contacto con una cultura distinta y, si fuera el caso, un idioma distinto, ya tu manera de ver el mundo ha cambiado, se ha vuelto más receptiva, más abierta, más comprensiva. El mero hecho de convivir en y con la otredad, te permite observar cosas que quizás antes no percibías o no comprendías del todo. Algunos dirían, te vuelves más cosmopolita.   

            En resumen, la experiencia internacional a la que te lleva estudiar en el extranjero es, totalmente, recomendable. No sólo para los más aventureros o los más exigentes, sino para cualquier persona ávida de aprender: el aprendizaje es inmanente a la experiencia internacional, ya no sólo a nivel académico, sino también a nivel personal. Estudiar fuera por un tiempo corto o largo te permite percibir otras maneras de vivir y ver la vida, compaginarlas, contrastarlas, comprenderlas. Te brinda otras visiones de mundo. Yo me atreví. Y tú, ¿te atreverías?

Luis Arria4 Comments